Columnista: David Torres

Ante el muro infranqueable del asilo

David Torres

Al tortuoso y largo camino por el que han transitado los miles de solicitantes de asilo, se ha sumado una serie de bloqueos oficiales que, literalmente, les han impedido llevar a cabo una solicitud formal. En el trayecto, por otro lado, se les ha condenado, vituperado, rechazado, deshumanizado, demonizado. Y también se les ha llamado “invasores”.

De hecho, a cerca de 55,000 de los muchos que han logrado llegar a la frontera sur de Estados Unidos se les ha incluido en un insólito programa sacado de la manga que les obliga a esperar durante meses en territorio mexicano una respuesta a su solicitud de asilo.

Pero el programa “Quédate en México” —Remain in Mexico o también conocido como Migrant Protections Protocol (MPP)— ha derivado, a casi un año de su creación, en una crisis humanitaria en la frontera, que ha causado enfermedades, mala alimentación, falta de higiene, nulos ingresos económicos, ansiedad, desesperanza y muchos otros problemas emocionales, además de haber convertido a los migrantes en objetivo de las organizaciones de la delincuencia organizada que pululan en la zona fronteriza.

Hasta ahí, todo va mal, sobre todo para los solicitantes de asilo, pues lejos de ser lo que ese alarmismo populista ha dicho sobre ellos, no solo no han constituido una invasión para Estados Unidos, sino que además sus casos simplemente han pasado a integrar las estadísticas de rechazo por parte de las autoridades migratorias que, sin lugar a dudas, hacen eco de la retórica antiinmigrante que las rige desde la Casa Blanca.

Porque ese raquítico 0.1% de casos de asilo otorgados, según cifra del propio gobierno de Estados Unidos, a través del Transactional Record Access Clearinghouse (TRAC), no representa ni la realidad legal en la que deberían circunscribirse en una situación normal, ni es proporcional a la cantidad de solicitantes que, además, se van acumulando al paso de los días.

Precisamente esa ridícula cantidad es la que contradice fehacientemente el señalamiento oficial de que los solicitantes de asilo que llegaron en nutridas caravanas constituirían una “invasión”.

Es decir, ese “0.1%” solamente equivale, según TRAC, a 11 casos. Sí: 11 de los casi 50,000 migrantes del programa, de los cuales menos de 10,000 completaron su papeleo y, de ese grupo, 5,085 fueron denegados y 4,471 fueron desestimados. Los 11, obviamente, no son una invasión.

Por otro lado, según el recuento más conservador, han sido más los migrantes muertos en custodia durante el presente gobierno: 24, además de los siete menores de edad, cuyas historias han dado la vuelta al mundo, sobre todo por las circunstancias de sus fallecimientos, todos ellos como consecuencia de padecimientos prevenibles, como la gripe.

A propósito, hay una demanda en curso entablada por el Southern Poverty Law Center y el Innovation Law Lab de Portland, con base en la que se señala al gobierno de Trump de haber creado una “máquina de deportación”. Y se argumenta que en lugar de ser justos e imparciales, los jueces de las cortes de inmigración responden al Procurador General, Robert Barr, y son forzados a negar solicitudes de asilo.

En efecto, probablemente el nivel de ataques desde el oficialismo contra las comunidades migrantes no bajará, y de hecho es previsible que tienda a subir de tono ahora que la figura presidencial tiene la equis en la frente del juicio político aprobado en la Cámara de Representantes

En fin, a estas alturas para nadie es ya un secreto que el perfil de esta política migratoria es evidente, pues no ha tenido otro objetivo que el de aterrorizar para disuadir a otros migrantes de arribar a la frontera en busca de asilo; pero al mismo tiempo ha puesto en perspectiva, nacional e internacional, el verdadero rostro del presente gobierno estadounidense en relación con la cuestión migratoria.

Pero mientras el desenmascaramiento de la estrategia antiinmigrante toma una forma cada vez más nítida, tanto en el ámbito legal como en el humanitario, la gravedad de la situación en la frontera se vuelve asimismo cada vez más sintomática de otros fenómenos colaterales, exacerbados por el ansia de sobrevivir y la confusión en la que ya viven cientos de familias enteras.

Esta situación afecta en especial a los menores migrantes, que junto con sus padres tenían la esperanza de salir de una situación de violencia que padecían en sus naciones de origen, pero que han venido a encontrarse con otra realidad aun peor para muchos, frente al muro infranqueable del asilo. Sin descartar, claro, la desilusión que se han llevado de esa especie de “tierra prometida” que en su imaginación se habían creado de este país.

Escrito el 2019-12-19 20:18:44
David Torres

David Torres