Los colombianos frente al horror de los secuestros de las FARC






Los horrores de los secuestros cometidos por las FARC salieron a la luz este miércoles cuando un grupo de víctimas relató ante la Justicia Especial para la Paz (JEP) los padecimientos físicos, económicos y emocionales que les causó el flagelo que laceró a cientos de familias en Colombia.

Los crudos testimonios afloraron en el segundo día de una diligencia programada por la JEP en la que estuvieron Rodrigo Londoño, Pablo Catatumbo, Pastor Alape, Milton de Jesús Toncel, Jaime Alberto Parra, Julián Gallo y Rodrigo Granda, miembros del último mando de las FARC.

Ellos reconocieron que la ahora desmovilizada guerrilla de las FARC secuestró ganaderos, comerciantes y hacendados para obtener dinero y financiar sus filas, un delito que mostró la degradación a la que llegó ese grupo armado.

EL SECUESTRO ACABÓ CON SU FAMILIA

"Quisiera preguntarles por qué se ensañaron con mi familia, conmigo. Me tuve que desplazar, abandonar a mi madre para ir a trabajar a otra ciudad", dijo en medio del llanto Diva Cristina Díaz Aponte, quien habló sin dejar de mirar a sus victimarios en la audiencia realizada en la biblioteca Virgilio Barco, de Bogotá.

Ella es una de las miles de víctimas acreditadas en el Caso 01 abierto por la JEP y conocido como "Toma de rehenes, graves privaciones de la libertad y otros crímenes concurrentes cometidos por las FARC-EP", que investiga ese alto tribunal.

Díaz arrastra el fardo que le cargaron las FARC. Su padre, Juan Antonio Díaz, fue secuestrado en el departamento del Huila el 26 de septiembre de 1998 por el Frente 13 y fue liberado el 24 de diciembre de 1999 luego de pagar un rescate.

Sin embargo, el mismo día de la liberación del comerciante fueron secuestrados otros dos familiares y la desgracia continuó porque su padre fue asesinado el 3 de octubre del 2000. Todavía no se sabe quién lo hizo y por órdenes de quién.

Las FARC reconocieron hoy que en la "política de secuestros" cometieron toda clase de vejámenes que incluyeron canjear un secuestrado enfermo por un familiar sano, exigir pagos de rescates por cuerpos de personas que murieron estando en cautiverio e incluso secuestrar niños y ancianos.

A los secuestrados los sometían a largas marchas forzadas de noche, no les daban alimento, los encadenaban y por si fuera poco los presionaban psicológicamente para que no intentaran huir.



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